jueves, 16 de octubre de 2008

Desde algún lugar del placard

Después de días eternos, de idas y venidas: Viernes. Llega el encuentro y vos con él.
Busco en el placard el atuendo ideal. Pantalón de jean ajustado, cada cosa en su lugar. Diez centímetros de taco disimulados en la botamanga del pantalón. Escote no demasiado pronunciado. Maquillaje al tono.
Me acerco a vos: ojos abiertos, cabeza altiva. Me acerco a vos: gata, fiera, domadora. Me acerco y mi piel se eriza ante el peligro. Tus ojos me miran.
Hoy ya no medís cinco centímetros más y son mis ojos los que se clavan en los tuyos. Tu boca se abre y emite un sonido, mis pupilas se dilatan.

-No voy a volver- tu voz sonó firme en el espacio-. No voy a volver porque no pienso irme, porque tengo ojos y veo a través, porque no va a alejarme una armadura de telas.

Mis hombros descienden un poco y la sangre llega a mis dedos.

-No te vas a ir porque no voy a dejarte. Porque te gusta correr pero hoy no. Hoy hay brazos donde descansar.

La voz segura, incapaz de moverse, le devolvió el dolor a mi cuerpo. Ahora los párpados se vuelven lágrimas y el maquillaje se corre.

- ¿No te dás cuenta? Ya no tenés donde correr. Se te agotaron los lugares a donde ir. El mundo ya está descubierto.- tus brazos se acercan en el intento de abrazarme.

Mis ropas caen una a una y las telas se deshacen en el piso. Abandono mis tacos y tus cinco centímetros vuelven a cubrirme. Me agacho, me enrosco y me hago chiquita. Me vuelvo niña envuelta en mi camisa blanca. Tu cuerpo, hasta recién diminuto, se ha vuelto enorme ante mis ojos y ahora se agacha para recoger al bebé arropado por las mantas; y acunarlo.

Te miro, y te percibo Azul.

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