sábado, 27 de junio de 2009

Se busca

Ir por la vida con mitad de alma resulta una tarea para nada sencilla. No importa la manera en que se haya perdido, llevar a cuestas media alma menos acarrea todo tipo de inconvenientes.
Con sólo levantarse y mirar su cara en el espejo el desgraciado podrá apreciar las primeras consecuencias: notorio adelgazamiento, pérdida sustancial de cabello, descoloramiento evidente de piel, ojos, mejillas y todo aquello que pueda decolorarse.
Nada más salir a la calle acrecienta el número de infortunios. Debido a que el peso del alma es muchísimo mayor a veintiún gramos, el mitadalmado puede volarse con el primer viento que azote la ciudad o ser arrastrado calle abajo por cualquier niño caprichoso, perro extraviado, etcétera. Esto podría solucionarse fácilmente llevando siempre a mano un ancla del mismo peso, aproximado, al de la mitad del alma perdida. El problema resulta en que, visto y considerando, las pocas fuerzas del infeliz mitadalmado esto suele resultarle imposible.
Sin embargo, la falta de media alma conlleva algunas ventajas a saber: una notable disminución del número de lágrimas ante cortes de relación imprevistos, abandonos del hogar, pérdidas de empleo o de cualquier otro tipo. Menos tardes desperdiciadas llorando por amores inconclusos, menor cantidad de días laborales perdidos a causa de depresión, ansiedad o cualquier otro trastorno que para ser padecido requiera de alma. Eso sí, y es necesario tenerlo en cuenta, acarrea una disminución de igual magnitud en el número de risas ante los chistes, de latidos del corazón ante el hombre o la mujer amada, de lágrimas de emoción en los casamientos, de salivación al comer un caramelo de dulce de leche o saborear un helado de chocolate.

Por todo lo antedicho y recurriendo a su solidaridad, le ruego por favor a quien haya encontrado mi mitad de alma perdida, que me la devuelva.

viernes, 19 de junio de 2009

Brevimagen





En la sala de espera, la mujer del bigote mira de frente a los ojos que no paran de mirarla.

viernes, 12 de junio de 2009

Ensayo sobre el demasiado amor

Nos vivimos quejando de la falta de amor, pero qué pasaría si un día saliéramos a la calle y nos hubiéramos convertido en el objeto de deseo favorito de hombres y mujeres.
Ni siquiera caminar diez pasos y el diariero nos ofrecería una vida llena de noticias cotidianas, de recetas de cocina, de primicias de segunda mano. Supongamos que podemos decir no y seguir caminando. Entonces, el encargado del edificio de al lado nos ofrecería vivir eternamente en el cuarto de la limpieza. Seguir caminando implicaría cruzarse con la colegiala inexperta que pretende regalarnos su virginidad, con el abuelo octogenario que jura y perjura que lo mejor viene con los años, con el policía dispuesto a cualquier cosa con tal de atarnos a sus esposas. Y así, hasta llegar a clases o a la oficina. Y si fueran clases el profesor ofrecería aprobarnos el curso a cambio, solamente, de un beso, y si fuera la oficina el jefe nos volvería gerentes sólo por ver nuestra cintura.
Entonces una vida de desamor se convertiría, de pronto, en un revuelo de propuesta, en un mar de hombres y mujeres extraños ofreciendo otro mundo posible. Y los rasgos se acumularían en nuestras retinas y los aromas bajo nuestras fosas nasales. Y entonces, aunque quisiésemos, ya no nos sería posible elegir.

domingo, 7 de junio de 2009

Tres deseos

paz en el mundo una almohada rosa chocolates canciones un auto nuevo un sinfín de sinrazones una niña que me mire un cuarto sin paredes vacaciones un gato negro un pasaje a ninguna parte una vuelta sin ida ganas de anclar una soga dos corbatas tres vestidos un disco de los Beatles no editado mil y una noches cinco velitas menos que me quiera


Soplá