viernes, 24 de octubre de 2008

A oscuras


El cuerpo entero se tensa, como si mi piel fuera capaz de erizarse un poco más y espera la caricia que no llega. Arde mientras se acerca la noche y en la oscuridad sin recuerdos me vuelvo incapaz de reconstruirme. Gimo un llanto herido de venas abiertas, de sentidos apagados y luces lejanas. En la noche fría ya no hay manos y cada sonido puede hacerme caer o quizá traerte de vuelta y lograr que todo vuelva a empezar.

Ahora miro tu sombra dibujada en la pared y descubro la punta de tu nariz que me olvide de descubrir por la mañana, tus ojos azul cielo volviéndose grises. Tu sombra es siempre mucho más real que los besos, que los labios que no acaricio, que todas las certezas. Vuelvo a verte reflejada en la pared y tu pelo cae dibujando el tobogán de los días. Pero no. En tu plaza no hay, ni habrá, lugar para mis juegos.

jueves, 16 de octubre de 2008

Desde algún lugar del placard

Después de días eternos, de idas y venidas: Viernes. Llega el encuentro y vos con él.
Busco en el placard el atuendo ideal. Pantalón de jean ajustado, cada cosa en su lugar. Diez centímetros de taco disimulados en la botamanga del pantalón. Escote no demasiado pronunciado. Maquillaje al tono.
Me acerco a vos: ojos abiertos, cabeza altiva. Me acerco a vos: gata, fiera, domadora. Me acerco y mi piel se eriza ante el peligro. Tus ojos me miran.
Hoy ya no medís cinco centímetros más y son mis ojos los que se clavan en los tuyos. Tu boca se abre y emite un sonido, mis pupilas se dilatan.

-No voy a volver- tu voz sonó firme en el espacio-. No voy a volver porque no pienso irme, porque tengo ojos y veo a través, porque no va a alejarme una armadura de telas.

Mis hombros descienden un poco y la sangre llega a mis dedos.

-No te vas a ir porque no voy a dejarte. Porque te gusta correr pero hoy no. Hoy hay brazos donde descansar.

La voz segura, incapaz de moverse, le devolvió el dolor a mi cuerpo. Ahora los párpados se vuelven lágrimas y el maquillaje se corre.

- ¿No te dás cuenta? Ya no tenés donde correr. Se te agotaron los lugares a donde ir. El mundo ya está descubierto.- tus brazos se acercan en el intento de abrazarme.

Mis ropas caen una a una y las telas se deshacen en el piso. Abandono mis tacos y tus cinco centímetros vuelven a cubrirme. Me agacho, me enrosco y me hago chiquita. Me vuelvo niña envuelta en mi camisa blanca. Tu cuerpo, hasta recién diminuto, se ha vuelto enorme ante mis ojos y ahora se agacha para recoger al bebé arropado por las mantas; y acunarlo.

Te miro, y te percibo Azul.

sábado, 11 de octubre de 2008

Carta a un padre

8 de octubre de 2012
Papi:
¡Feliz cumpleaños, viejito! Sesenta y cinco ya. Apenas agarré el papel para ponerme a escribir me puse a pensar cuando fue la última vez que te vi. Fue tu cumple de sesenta, mamá te había organizado una fiesta sorpresa y vos estabas feliz. Bailaste toda la noche. Hasta te sacaste la camisa y la corbata y te tiraste a bailar al piso mientras yo daba vueltas alrededor tuyo al ritmo de la música árabe. Mamá estaba roja, no sabía donde esconderse. Odia cuando hacés esos papelones.

Hablé con mami ayer y me contó que no sabía bien que iban a hacer para festejar.Seguro comen afuera. Me prometió mandarme las fotos. Es increíble como aprendió a usar la computadora. Ahora no para: son las dos de la mañana, suena el Skype y seguro es ella. Vos nunca llamás, por eso te escribo. Para tenerte un poco más cerca.
Hace ya tres semanas que llegamos a Calcuta. El viaje fue una odisea: el avión nos dejó en Nueva Delhi y de ahí hasta acá tomamos el tren. Se suponía que iba a salir el martes , pero no sé bien que fue lo que paso y terminó saliendo el jueves. Buscamos un lugar donde parar y recorrimos la ciudad. A vos te hubiera encantado; a mi no tanto. El viaje fue eterno: cuatro días de parar y subir en todas partes. Desde que el tren arrancó me sentí en una de esas películas que me hacías ver de chica. El olor te penetra los poros y los chicos corretean por todas partes. Todos prenden incienso y cantan.
Desde que llegamos Marian se pasa los días recorriendo el mercado. Le fascinan los olores que se funden, dice que va a aprender a cocinar. Es capaz de estar horas mezclando especias, pero hasta ahora no le salió nada comestible.

Yo empecé a trabajar hace una semana en el leprosario. No te asustes, papi, no me va a pasar nada. Ya sé que vos hubieras preferido que me quede en Buenos Aires, que laburara en la empresa, que me casara con Pablo... vos sabés que yo siempre necesité volar. Toda mi vida soñé venir acá, trabajar de voluntaria, prestar mis manos para lo que fuera. Eras vos el que siempre me hablaba de la India , de la espiritualidad de sus calles, de lo que hubieras amado poder viajar por el mundo. Por primera vez en la vida siento que mis manos sirven para algo, aunque todo esto es mucho más fuerte de lo que alguna vez pude imaginar. En ningún lugar de los que estuve antes el dolor se siente tanto y a la vez tan poco como acá. Los muertos piden ayuda a gritos desde sus camas, una gota de agua que calme su sed. Lo peor no es eso, lo peor es que en las calles cientos de otros muertos, todavía vivos, duermen en los pisos y reclaman a gritos el mismo agua que nuestros leprosos. Son tantos que las manos del mundo no dan abasto y cada día me acostumbro más a oír sus gritos. Es triste, tuve que llegar hasta acá para darme cuenta de que en algún punto el mundo que nos rodea alguna vez deja de afectarnos. Es que sería imposible, no hay ser humano capaz de soportar tanto dolor.

¿Cómo te cayó la noticia de que vas a ser abuelo? Joaco me mandó el video de la ecografía por mail hace unos días. Es tan lindo mi sobrino. Estoy convencida de que va a ser un varón. Debes estar chocho, siempre quisiste tener un nieto. Siempre pensaste que yo te lo iba a dar primero. Me decías que ibas a llevar a mis hijos a pasear por Disney , como nos llevaste a Joaco y a mi. Te reías y decías que ibas a comprar un cochecito de tres ruedas para llevar a tu nieto con vos mientras jugabas al golf. Perdón, papi, yo sé que me tocaba a mi. Yo hubiera querido… hubiera querido el vestido blanco, la fiesta, los hijos. No me tocó, papi, hay cosas que no se eligen. Yo sé que vos no pensás así, que te duele y que crees que lo hago de rebelde pero no Pá. Por eso nunca me llamás, porque estás enojado conmigo. Mamá dice que siempre que ella me habla vos al lado le preguntás como estoy. Pero vos no llamás. Ni siquiera un mail me escribís y yo te armo estas cartas eternas para tenerte cerca. Te extraño, papi, pero sé que a vos te duelo. No supe que otra cosa hacer aparte de irme para poder dejar de herirnos el uno al otro alguna vez. El problema es que ya no me quedan más kilómetros por recorrer y yo todavía te duelo; y vos a mi. Sé que soy todo lo opuesto a lo que alguna vez soñaste. Yo era la nena estudiosa de papá…

En unos meses va a ser primavera en Calcuta y los árboles que hoy mueren van a renacer naranjas y rojos. El olor a azahares va a volver a invadirlo todo y las novias van a caminar por las calles vestidas con sus tatuajes de henna. Voy a dibujarme , por fin, el tercer ojo que siempre sentí en la frente. Quizás yo también me case papá y hasta me haga un vestido blanco. Marian va a estar feliz de poder hacerse un sari de seda verde. Está enamorada de la India. Quizás yo también pueda caminar al altar ,papá, aunque sea agarrada de la mano de ella y no de la tuya.

Te adoro papi. Espero alguna vez volver a verte.
Tu hijita.

martes, 7 de octubre de 2008

Delirios madrugados


En el intento frustado por escribirte una carta me quedé pegada a mis historias reales: a mis miedos eternos, a sus porqués. Me colgué de una pelusa que encontré en tu ombligo para no caerme, pero incapaz de contenerme,me soltó al vacío. Mi cuerpo cayó por horas y miro en la noche las estrellas que no brillan, aprendió a descrifar palabras ausentes. Después de días de caer mi cuerpo fue a parar justo al costado de una pila hecha con mis deseos vueltos gemas .Miré uno que brillaba un poco más que los otros , rojo en la penumbra, y lo reconoci al instante. Lo miré desconcertada. Hace tanto que no te veía pensé. El deseo me devolvió una mirada esquiva.

-Me prometiste hace ya tiempo sacarme de esta pila de recuerdos gastados. ¿ Dónde estabas?

-Te estoy buscando una casa.

-¿Tanto tardas ?

-Tiene que tener patio, juegos y perro. No es tan fácil- le contesté

-¿Vas a dejarme con la pila mucho tiempo más?

-Ahora que te veo...

Mi deseo gastado brilló ahora un poco más rojo. Me miro de reojo y amenazó con no volver. Le rogué por favor que no lo hiciera. Corrí un poco mis ideas torturadas y le hice un lugar en mi cabeza.

-Hay demasado ruido-me dijo mi deseo desde adentro- ,no puedo dormir.

- Ya vas a acostumbrarte.

- No paran de hablar

- Dormite y no les hagas caso. Vas a ver como se ofenden y se van.- lo acaricie desde lejos.

Mi deseo durmió, por fin, acunado por mis miles de voces. Quizás, ya no sea necesario encontrarle una casa.