La que sigue es una crónica sobre el evento que se llevó a cabo el 16 de noviembre en la Casa de la Lectura: Viajera Visita, Fiesta de Colores. Varios de los autores y futuros autores de esta editorial ) entre los cuales me encuentro) estuvimos leyendo textos en un clima hiper ameno. Las palabras que siguen fueron escritas por Nicolás Di candia, autor de Leame, próximo a editarse por Viajera Editorial. Para los interesados, Leame es un libro plagado de textos desopilantes donde aquello que parece de todos los días, se vuelve extrañamente divertido! (O al menos desde mi punto de vista). Los dejo con la crónica.
El evento arrancó con Kari y Ceci introduciendo lo que iba a venir, y ya que estaban se leyeron un par de textos de sus últimos libros (últimos libros que contienen material previo a los libros anteriores, lo que posibilitará en el futuro hacer una edición cronológica como The Godfather Saga).
Esto incluyó un pasaje bilingüe de visitante / the visitor. Me parece que no hubo dos lecturas de este libro que usaran la misma modalidad. A veces van verso por verso, otras largos pasajes en un idioma y después en el otro. En este caso la parte anglosajona en ocasiones se adelantaba. Si no me equivoco, el texto en castellano se leyó completo, mientras que la parte en inglés consistió en una selección. Por ahí por eso era el desfasaje.
Es un efecto parecido a lo que me pasó cuando lo leía. A veces aparece la urgencia de comparar. Más tarde me engancho con algún pasaje, y me voy un largo trecho en un idioma. Después lo revisito en el otro. Se trata de un libro con aftertaste incorporado. O con SAP.
No se crean que voy a hacer un comentario así sobre todas las lecturas. No hay forma. Kari leyó otro texto con fragmentos en inglés. Pero no traducciones, sino que los fragmentos en inglés eran parte del mismo texto, como “aftertaste” hace un rato. Sont des mots qui vont très bien ensemble. Se trata de un texto autobilingüe, de ésos que exigen al lector a saber dos lenguas, o a ignorar algunas partes. Resultan desafíos para los traductores. Vamos a poner un ejemplo. ¿Sabían que en la versión en inglés de los Simpsons el personaje del abejorro habla en castellano? Es porque es una parodia del Chapulín Colorado. En la versión doblada, sin embargo, el cambio de idioma no se produce. Porque, al igual que el resto, los diálogos que ese personaje dice en castellano son doblados al castellano.
Olvidé mencionar el tema del los colores. Cada autor debía armar la lectura a partir de un color. Ellas lo hicieron, pero lamentablemente no recuerdo qué colores eligieron. Es como el nombre del valiente que dio inicio a todo, que sigue sin aparecer. Saquémoslo del anonimato. Vamos a darle un nombre para que, por lo menos, podamos referirnos a él sin tener que hacer toda la descripción. Lo llamaremos Adán.
Por cierto, este es un buen lugar para mencionar que claramente esto no es una crónica. No cumple los requisitos cronológicos para ser considerada una. Lo lamento, Real Academia. Invéntense una palabra nueva. Pero no hace falta ser tan drásticos. Después de todo, somos poetas. Hay un orden cronológico que sí se respeta: el orden en el que me vienen estas cosas a la cabeza. Así que podemos estar tranquilos. La Policía Semántica no podrá con nosotros.
Después de las lecturas introductorias, y no oficiales, de Ceci y Kari, llamaron a la primera tanda de autores. Como éramos diez, la organización eligió usar el esquema 4-3-3. Nos llamaron en un orden determinado, que por razones logísticas no respeté a la hora de sentarnos ante el público. Pero hice respetar en el orden de las lecturas en sí, pese a las airadas protestas de Gabriel Kirchuk, a quien según el orden de llamada le tocaba leer primero.
Me acuerdo su color. Era el naranja, que en la lectura anterior yo había mencionado como un tono de rojo. Gaby, que evidentemente estaba belicoso, no perdió la oportunidad de reprocharme su desacuerdo. Voy a usar esta oportunidad para dejar clara mi postura al respecto. El naranja es un color independiente, sí, pero también es un tono de rojo. Si van al blog Crónicas de Léame (leame.nicolasdicandia.com.ar) encontrarán mi teoría del color, formulada con motivo de esta lectura (previo a ella). Allí explico por qué los colores no son más de diez, y predigo que en la lectura se iban a repetir colores, al haber diez autores. Predicción que se cumplió, pero menos de lo que hubiera cabido esperar. Gaby pasó el micrófono, y por lo tanto la palabra, a Eugenia Coiro. Ella eligió el color marrón en una especie de desagravio hacia tan noble color. El marrón no es muy popular, a pesar de que es el color de lo mejor y lo peor que experimenta el aparato digestivo. Es también el color de la tierra, de la madera y de la pomada Wassington color marrón. Consideraciones similares precedieron a la lectura de algunos fragmentos de Bengala Hotel, que se estará presentando en pocas semanas. Debo decir que no sé si usé bien las mayúsculas. He notado que muchos poetas tienen la costumbre de no usarlas. Cecilia Maugeri, autora argentina contemporánea, ha publicado ya dos libros sin ninguna mayúscula en los títulos (que son tres en total). Pero esto no es una crítica, sólo una observación. Yo no soy la Policía Gramática.
Menciono esto porque parece que “bengala” y “hotel”, según lo que entendí de la lectura, son palabras elegidas al azar. Por lo tanto, el libro no es una especie de novela poética situada en un lounge donde uno de los distinguidos pasajeros es asesinado justo cuando el mayordomo está de vacaciones.
Después era el turno de Nadina Tahuil, con quien nos habíamos preparado el día anterior. Así que conocía su lectura, y tengo muchas ganas de sentarme a leer ranamadre completo cuando salga. Ella eligió el verde, que es el mismo color de la tapa del libro. También se vistió de ese color. Y aparentemente el nombre Nadina significa “la que nunca pierde la esperanza”. Entonces todos los caminos la llevaban al verde. Era una especie de “onda verde”.
Ella lee de memoria, lo que quiere decir que no lee. Tiene las copias por las dudas, como si fueran subtítulos de su pensamiento. Me gustaría comentar más acerca de lo que “leyó” específicamente, pero me tocaba el turno posterior, así que presté toda la atención que pude mientras los nervios se ocupaban de mí. Lo bueno es que la había escuchado el día anterior, así que tuve la suerte de no perdérmela. Más sobre ranamadre en la preseña que aparecerá este lunes en Crónicas de Léame.
Hablo de los nervios porque aparentemente no se notaron. Eso es bueno. En general me agarran pocos minutos antes de empezar mi intervención, y se van cuando logro estar cómodo. Por suerte tengo algunos trucos para lograrlo rápido. Aunque cuando empecé a hablar me trabé, eso era producto de los nervios, porque no es que no tenía nada pensado para hablar. Pero como no contaba con el recurso de Nadina de los subtítulos, las palabras se perdieron en las profundidades del cráneo (horas después, a la madrugada, las terminé estornudando).
Algo que me saca siempre los nervios es tener a Kari entre el público. Es un placer y un privilegio. Se lo recomiendo a cualquiera, y creo que ya lo he mencionado. Su risa característica tiene la capacidad de calmar y alentar al mismo tiempo.
No voy a ponerme a describir mi lectura. Sólo voy a mencionar dos cosas. Esa chica que se reía muy fuerte era mi amiga Sol, que no hace mucho que la conozco. Fue su primera exposición a mis textos. No tenía idea de qué se trataba el asunto. La segunda cosa es que el uso de props es mérito de Cecilia Maugeri. No sé si se le ocurrió a ella, pero si no hubiéramos practicado la lectura con ella no se me hubiera ocurrido a mí. Y ella creyó más que yo en eso. Hasta que saqué la botella de Coca-Cola™ y la gente no sólo lo festejó sino que lo comentó después, pensaba que había una chance de que fuera algo exagerado. Mi mérito es confiar en su criterio.
Con eso terminó la primera tanda. Bajamos todos y fuimos reemplazados por otros autores, en una analogía de la vida y los años que pasan. Subieron Belara Michán, Loreley El Jaber y Ricardo Czikk (el Word quiere que ponga CSIC, no sé qué será eso).
No puedo hablar mucho de la lectura de Belara, porque todavía estaba bajando. Así que si alguien quiere hablar un poco de Cuerpo Adentro es bienvenido. La ausencia me duró más o menos hasta la mitad de Loreley. Me gustó verla, hacía mucho que no estaba en una de las lecturas. Yo soy hincha de La Playa.
Ricardo, a su turno, eligió el rojo telo (caramba, el Word no tiene ningún problema con la palabra telo). Este es un buen momento para mencionar que casi nadie eligió para su lectura el color de la tapa de su libro. Me parece muy bien. La gente no es de un solo color. Ni siquiera la gente de color. Que Estuche negro sea el libro de Ricardo no significa que tenga que teñir de negro su lectura. Aunque yo diría que el rojo telo va bien con el negro. El negro, tal vez, de la noche. Ese color venía acompañado de un divertido cuento sobre una aventura en uno de esos establecimientos de efímera visita.
Quedaban, entonces, los últimos tres poetas. Mana tomó la posta. Leyó un fragmento de su sensacional novela “Aún intitulada”. Repetiré aquí el nombre de algunos personajes: el Piranha Lunar, el Sabio Agenario, el Turista Sexual, el Joven Tissué. Estoy esperando el audiobook de Mana, siempre pensé que su interpretación era parte de los textos.
Luego del Joven Tissué, apareció la que para mí fue la mejor lectura de la noche: Virginia Janza, adelantando poemas de Lado Géminis (que tengo muchas ganas de leer). Creo que eligió el dorado, sin dudas en homenaje al pez del mismo nombre. Últimamente las lecturas de Vir vienen siendo muy divertidas. La serie Pobre Marilyn brilla a través de la oralidad de Vir, que ha desarrollado una gran manera de decir “eres una chica mala”.
Retomo la escritura un día más tarde, mientras escucho el disco de covers de Buddy Holly titulado “Listen to me”, que contiene una versión synthpop de “Peggy Sue” que iría bien para acompañar a Pobre Marilyn.
Luego de Vir, llegó el turno de Carlos Battilana, poeta de nombre que integra la colección Explorar. El autor de Presente continuo eligió cuatro colores, cada uno en homenaje a una de sus hijas:Violeta, Rosa, Blanca y Naranja.
Después, con despedida de rigor que incluyó la habitual exhortación para que el público compre libros, la lectura terminó. Con la gente con que hablé, hay consenso de que fue la mejor en mucho tiempo, tal vez todo el año. Que, por otra parte, era esperable por los nombres involucrados. Es un orgullo formar parte de ellos.